glosario




 
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua este término, que procede del latino glossarĭum, tiene las siguientes acepciones: 

1. m. Catálogo de palabras oscuras o desusadas, con definición o explicación de cada una de ellas. 

2. m. Catálogo de palabras de una misma disciplina, de un mismo campo de estudio, etc, definidas o comentadas. 

3. m. Conjunto de glosas o comentarios, normalmente sobre textos de un mismo autor.

Cualquiera de ellas podría explicar, en buena parte pero no del todo, lo que pretendo hacer con este trabajo que desarrollo desde hace tiempo y que ahora me gustaría compartir, mientras sigue su proceso, aceptando todo tipo de intercambios. Trato de recopilar -intuitiva y desordenadamente- términos y conceptos que encuentro relacionados con mi trabajo y con la forma de abordarlo, documentarme sobre ellos y evitar, en lo posible, la confusión con que son utilizados, destacando aquellas acepciones que más me interesan. No trato de ser exhaustivo y descarto cualquier erudición, sólo me gustaría encontrar la forma más sencilla de expresar mi acepción más estimada y ponerla por escrito, de manera sucinta, para configurar el glosario de términos con el que -creo- conviven mis imágenes. En mi experiencia, este ejercicio abre puertas a otras reflexiones personales pero, sobre todo, complementa las miradas.
Wikipedia aporta otra descripción del término que completa las anteriores y establece el punto de vista que más deseo:
(del latín glossarĭum) es un anexo que se agrega al final de libros o enciclopedias, en donde se definen y comentan ciertos términos utilizados en dicho texto, con el fin de ayudar al lector a comprender mejor los significados de algunas palabras.

Aporía
Este término hace referencia a razonamientos en los que surgen contradicciones o paradojas irresolubles. Tiene su origen en el griego clásico, como expresión negativa, para señalar algo muy difícil e impracticable (algo que no puede ser atravesado) y fue adoptado por la filosofía para denominar “lo que no puede ser explicado”. Según el Diccionario de la RAE es un “enunciado que expresa o que contiene una inviabilidad de orden racional”.
Más interesante es la concepción moderna de este término: “la imposibilidad de resolver un problema si se comienza a partir de ciertas premisas”. Con esta perspectiva se han generado técnicas muy diferentes para la refutación de teorías vigentes, que consisten en descubrir, señalar y exponer las contradicciones irresolubles que contienen sus enunciados para desmontarlos. En todo caso, desde la perspectiva contemporánea, se constata que muchas especulaciones que fueron consideradas como una aporía -paradoja irresoluble- se han resuelto partiendo de nuevas premisas originadas por una mejor capacidad demostrativa, avances del conocimiento o cambios de paradigma. 
Con estos argumentos bien podríamos subrayar la interpretación del término que más nos interesa. Se trata de una concepción que invierte su negatividad característica al entenderla como un camino por recorrer. Enunciar contradicciones irresolubles en un determinado contexto, más allá de la denuncia, será un ejercicio estéril si no provoca la búsqueda de aquellos otros contextos inéditos en los que éstas pueden resolverse. Es decir, la contradicción aporética debe ser entendida como una puerta impenetrable -por ahora- que reclama ser atravesada.

Archivo
Dejando al margen las acepciones informáticas, se trata de un término que designa diversos conceptos asociados a la gestión de los documentos que han sido producidos o recibidos previamente por personas u organismos (públicos o privados). En nuestro idioma, esta misma palabra denomina el local donde se conservan estos documentos, la institución que los gestiona o el propio conjunto físico y material que forman. Por ello una amplia definición del término podría ser formulada como institución, espacio o colección de documentos reunidos por una entidad (persona física o jurídica, administración del estado...) en el ejercicio de su actividad, para su conservación ordenada y segura como memoria fiel de la que ofrecer testimonio e información.
Desde 1994, cuando Jacques Derrida dictó su conferencia Mal d’archive: Une impression freudianne, ha sido asumido como un nuevo paradigma (objeto de conocimiento) y el término se ha hecho verdaderamente relevante para el arte. Ya antes, en L'Archéologie du savoir (1969), Michel Foucault desarrolló su concepción como “sistema general de la formación y de la transformación de los enunciados”. Se trata, no ya del lugar polvoriento de la simple acumulación, sino de un espacio y una práctica de la re-ordenación desde donde se gestiona “lo visible” y “lo decible”.
A pesar de la relevancia de estos autores en la formulación del pensamiento ligado al archivo, no pueden dejar de subrayarse los trabajos de Walter Benjamín (1892-1940) y Aby Warburg (1866-1929) como verdaderos antecedentes de esta práctica epistemológica. El libro de los pasajes, iniciado por el primero en 1927 y no concluido, y el Atlas Mnemosyne, iniciado por el segundo en 1925 y -también- inacabado, fueron generados como método para la construcción de significados (literarios e iconográficos en cada caso), mediante una acumulación sistemática de piezas que remiten al paradigma artístico del archivo desde dos actitudes diferenciadas.
“La que pone énfasis en el principio regulador del nomos (o de la ley) y del orden topográfico, y la que acentúa los procesos derivados de las acciones contradictorias de almacenar y guardar, y, a la vez, de olvidar y destruir huellas del pasado, una manera discontinua y en ocasiones pulsional que actúa según un principio anómico (sin ley).
De los proyectos mencionados, unos están próximos a los principios de procedencia, homogeneidad y continuidad, al orden de la ley, como son los de Walter Benjamín y August Sander; otros, por el contrario, se identifican con la pulsión de heterogeneidad y discontinuidad del archivo anómico, como se puede contrastar en el de Aby Warburg y, si pasamos al campo de las artes plásticas, en las propuestas dispares, pero coincidentes en el sentido que tratamos, de Casimir Malecich, Marcel Duchamp y Hannah Höch”.
Ana María Guasch (Arte y Archivo, 1920-2010)

Barroco
Es el periodo histórico de la cultura occidental que abarca -aproximadamente- desde el año 1600 hasta el año 1750 y se inscribe entre el Renacimiento y el Neoclasicismo. Se trata de una denominación historicista, elaborada a posteriori y con ánimo peyorativo, que relaciona su producción artística con los conceptos de artificio, engaño, capricho o extravagancia y, en general, con la antítesis de la sobria y racionalista Ilustración. Hacia 1888, el historiador del arte Heinrich Wölfflin puso en valor y rehabilitó el término, identificándolo como una concepción artística propia y autónoma. Desde entonces no ha dejado de ofrecerse a nuevos e interesantes puntos de vista que lo relacionan con el “cambio de paradigma”. Contemporáneamente esta autonomía ha sido identificada como una verdadera ruptura con el pasado, con un tiempo de disidencia respecto de la “oficiliadad ortodoxa” del Renacimiento, y como antesala del Romanticismo. Un punto de vista que obviamente lo ha equiparado con la postmodernidad, con “la crisis de la modernidad y el derrumbe de la razón ilustrada”.
"Yo diría que barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura. En vano quiso remedar Andrew Lang, hacia mil ochocientos ochenta y tantos, la Odisea de Pope; la obra ya era su parodia y el parodista no pudo exagerar su tensión. Barroco (Baroco) es el nombre de uno de los modos del silogismo; el siglo XVIII lo aplicó a determinados abusos de la arquitectura y de la pintura del XVII; yo diría que es barroca la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios. El barroquismo es intelectual …”.
J L Borges (Prólogo de 1954 a la Historia Universal de la Infamia)
Hoy, ante la necesidad de encontrar una nueva racionalidad, nos aventuramos en muy diversas exploraciones hermenéuticas, simbólicas, analógicas o poéticas y, en esta situación, se hace particularmente recomendable volver la mirada hacia lo anterior: Entender el barroco, que es lo anterior, como un referente especular de los procesos vigentes y repensarlo como otra racionalidad posible y ligada a la imaginación creadora, a la concepción lúdica y -sobre todo- a la invención y a la libertad.

Diletante
Aunque en la actualidad predomine su acepción negativa asociada al conocimiento frívolo y superficial del arte, en principio fue un término de origen italiano –dilettante, participio de dilettare (deleitar)– que designaba a las personas dedicadas a la actividad artística por placer, con criterio y discernimiento pero sin fines comerciales. En el Renacimiento se consideraba una cualidad positiva (con exigencias técnicas) que debían poseer las personas cultas para relacionarse y disfrutar con el arte. Bien diferenciada de esa otra afición contemplativa, propia del connaisseur, limitada al análisis, interpretación y opinión, sin compromiso con la ejecución, tal y como hoy quizás podría ejercerla un crítico de arte.
En el Romanticismo, Goethe desarrolló importantes reflexiones al respecto, llegando a distinguir entre aficionado vulgar, auténtico aficionado y artista. En general, fue muy crítico con el desconocimiento de las técnicas y los problemas específicos del trabajo artístico que suelen mostrar la mayor parte de los aficionados, aunque se consideraba uno ellos. Admiraba profundamente la capacidad del artista para tomar a la naturaleza por modelo, mientras que el diletante solo parece encontrar sus estímulos en las propias obras de arte. Esta posición, asumida con inferioridad respecto del verdadero artista, quizás haya colaborado al giro peyorativo adoptado por el término, pero lo cierto es que Goethe, a la vez, ya reconocía en esa actitud la más adecuada para el disfrute del arte. La más capacitada para un discernimiento personal –ejercido sin temores ni frivolidades– que se compromete con su propia síntesis ético-estética y se distancia tanto de los prejuicios dominantes como de las actitudes pretenciosas.
“El diletante apuesta por su propio criterio frente a la tiranía del mercado socioeconómico, profesional o de estatus, pero también contra el imperio de la seriedad y el supuesto rigor que muchas veces diseccionan y matan al objeto de su afán. Sabe que necesita educarse para lograr mayor placer en su actividad, la que fuere, y por eso descarta el mero capricho, aunque sin aceptar la solemnidad de quien dice prescindir de los propios condicionantes biográficos, históricos o afectivos. Ejerce la tolerancia genuina y el eclecticismo, receptivo a la pluralidad y al cambio interno o externo, abierto a la verdad que pueda hallar en el camino, pues tan sólo la trata desde una posición más modesta a la par que orgullosa. No es un dandi que exagere las poses, sino alguien que ensaya sin descanso, es decir, que decanta y aquilata las cosas mediante el alambique de un juicio siempre en marcha; como tampoco es un cínico que esté de vuelta en la búsqueda ética de la lucidez”.
Luciano Espinosa (2015. Elogio del diletante, o la alegría de las cosas finitas)

Eclecticismo
Se denomina así al método filosófico que elige ideas o conceptos entre doctrinas u opiniones diversas, intentando alcanzar una síntesis equilibrada entre ellas para beneficiarse de lo más positivo de cada una. En la Historia del Arte este concepto se emplea para definir los períodos que se caracterizan por la ausencia de estilos dominantes, algo así como una mixtura de las bellas artes cuyos rasgos son tomados de varias fuentes y estilos. No debe ser considerado un estilo propiamente ya que, en general, el término describe la combinación, en un trabajo creativo único y concreto, de cierta variedad de influencias, referencias o citas que pertenecen a diferentes estilos históricos de la arquitectura, la pintura o las artes gráficas y decorativas.
Junto a estas dos acepciones más frecuentes del término, quisiera destacar otra que pasa algo desapercibida aunque se encuentra ampliamente aceptada. Me refiero a lo que podríamos denominar eclecticismo técnico que consiste en mezclar determinados procedimientos, originalmente asociados de manera ortodoxa a una teoría determinada, y practicarlos de una manera contradictoria, especulativa y -ciertamente- heterodoxa, explorando nuevas posibilidades. Esta posición, que se encuentra cada vez más presente en el pensamiento contemporáneo, ha alcanzado ya incluso a las disciplinas más tecnificadas.
Esta última acepción es omnipresente en el arte desde tiempos remotos y, siendo el motor de sus grandes evoluciones, se encuentra libre de las valoraciones peyorativas que aún caracterizan la acepción estilística del eclecticismo. Algo que pone en evidencia cierta hipocresía si se observa la vigente solidez de aquellas ecuaciones que relacionan tecnología y estilo en la Historia del Arte, de las que podrían derivarse las más modernas correspondencias, por ejemplo, entre medio y mensaje.

Elipsis
Este término define tradicionalmente una figura retórica consistente en la supresión de algún elemento de la oración gramatical que, aunque fuese necesario para su correcta construcción, puede ser sobrentendido dentro de un contexto determinado. Un desarrollo más complejo y elaborado de este concepto está asociado actualmente a los discursos narrativos cinematográficos o literarios. Estos la emplean muy habitualmente y supone un salto temporal o espacial, insignificante para la comprensión pero necesario, en cambio, para mejorar la percepción de la narración propuesta. Con ella el espectador o el lector no perderán la continuidad secuencial pero se activarán otras sensaciones y experiencias derivadas del ritmo narrativo.
Hasta los últimos años del siglo XX, la elipsis sólo ha sido relacionada con la fotografía de forma muy excepcional y –exclusivamente– cuando ésta ha desarrollado contenidos narrativos mediante series o secuencias temporales de imágenes encadenadas (Duane Michals, Nicholas Nixon, John Baldessari...). Más reciente, pero igualmente rara, es la asociación del término con las imágenes creadas por los fotógrafos de la escenificación melodramática (Tracey Moffatt, Cindy Sherman, Jeff Wall, Gregory Crewdson, Erwin Olaf...) pero, tanto por la contradictoria relación que estas imágenes mantienen con el medio cinematográfico como por la individualidad objetual de cada pieza fotográfica, esta relación es confusa y –quizás– pueda ser mejor comprendida si se acepta como metáfora.
En la actualidad, y cada vez más frecuentemente, las imágenes fotográficas son presentadas por los autores de una forma relacionada para producir un diálogo, desarrollar un guión narrativo o con ambas intenciones a la vez. A menudo observamos dípticos y trípticos, o mosaicos mucho más complejos, impresos y colgados en las salas de exposiciones y, utilizando otros medios, agrupaciones de fotografías mediante la edición de secuencias para ser mostradas en proyecciones audiovisuales o en forma de fotolibros. Estas manifestaciones de la imagen han terminado por asociar la fotografía con este recurso narrativo de una forma más literal, para resolver las discontinuidades espacio-temporales del hilo argumental.
En estos casos se pone de manifiesto una diferencia –para mí– esencial respecto del cine o de la literatura, y ya muy alejada del concepto retórico original. Aquí lo ausente, el tiempo y el espacio eliminados, no puede ser considerado prescindible. Es más, esos vacíos deberán ser obligatoriamente re-llenados por aquellos espectadores interesados en que la narración adquiera un sentido. Una significación determinada que, precisamente por esto, será tan propia y singular como sólo puede llegar a serlo cualquier proyección del yo.

Intuición
Término que designa la facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento. Expresa por lo general la visión directa e inmediata de una realidad o la comprensión directa e inmediata de una verdad. Esta ”visión” o “comprensión” se condiciona, en ambos casos, a la inexistencia de elementos intermediarios que se interpongan en su generación "directa".
Con la evolución de las teorías del conocimiento, su consideración y análisis se ha desplazado desde el campo filosófico al terreno de la ciencia positiva, siendo hoy considerado como un tema de estudio propio de la psicología y de la investigación neurológica. En sus primeras concepciones filosóficas se ha tendido a contraponer el pensar intuitivo al pensar discursivo. Se ha enfrentado a la “deducción” (Descartes) o al “concepto” (Kant) y, en general, la filosofía ha considerado la intuición como un modo de conocimiento primario y fundamental realizado de modo inconsciente en base a la acumulación generada por la experiencia cotidiana, la actividad profesional específica y la formación académica.
En psicología, desde una perspectiva cognitiva, se considera que el cerebro procesa con una mente de dos vías. Una -oculta e intuitiva- que es rápida, automática, no requiere esfuerzo y es asociativa e implícita, y otra consciente o explícita, discursiva, secuencial, racional, y que requiere de un esfuerzo para que funcione. Esta dualidad fue expresada por Edward De Bono, desde una perspectiva humanista, con dos términos que matizan y enriquecen las relaciones entre ambas vías. El “pensamiento vertical” que es lógico y fundamentalmente hipotético deductivo, y el “pensamiento lateral” que es algo más complejo que lo meramente intuitivo y corrige la tendencia del primero a fabricar modelos, para juzgar las novedades en base a ellos. Actúa liberando la mente de viejas ideas, estimulando las nuevas mediante la perspicacia, la creatividad y el ingenio, procesos mentales con los que está íntimamente unido. De Bono propone -y esto es lo más interesante- su uso de manera consciente y deliberada, como una capacidad que todos poseemos y podemos reconocer, desarrollar y utilizar con mayor frecuencia. 

Memoria
Como paradigma de la psicología cognitiva y -más recientemente- de la neurociencia, se denomina así a una función del cerebro y, a la vez, un fenómeno de la mente que ofrece al organismo la posibilidad de codificar, almacenar y recuperar información. Su acción se sustenta en las redes internas de éste, creadas mediante las conexiones entre neuronas, permitiendo la retención de experiencias pasadas. Según su alcance temporal, se reconocen tres tipos: De corto plazo (consecuencia de la simple excitación de las conexiones neuronales que se refuerzan o sensibilizan transitoriamente), De mediano plazo y De largo plazo (consecuencia de un reforzamiento permanente y duradero de las conexiones neuronales gracias a la activación de ciertos genes y a la síntesis de determinadas proteínas).
En otra acepción, que podríamos denominar biográfica, este término se descargaría de sus contenidos bio-neurológicos para describir el conjunto de recuerdos personales, de hechos y acontecimientos, que su autor ha vivido como protagonista o como testigo. En este terreno, se establece una diferencia importante con la autobiografía, ya que mientras ésta refiere una trayectoria vital de forma completa para describir la identidad alcanzada por alguien a lo largo de una vida, mediante el relato de la misma, la memoria supone un recuerdo parcial, fragmentario y deformado cuyo interés se centra, más bien, en rememorar vivencias del yo que se corresponden con una determinada etapa o época definidas. Es decir, en definitiva, lo que caracteriza e identifica individualmente la acumulación y evocación personal de los recuerdos.
Me gustaría mucho conocer
el efecto abrasivo del tiempo en otras vísceras,
comprobar si el pasado
impregna los tejidos del mismo zumo acre,
si todos los recuerdos en todas las memorias
desprenden este olor
a fruta madura mustia y a jazmín podrido.
Ángel González (Fragmento del poema Otras veces)

Metáfora
Es una figura retórica que se genera mediante la identificación de dos términos, entre los cuales ya existe, o se establece, alguna semejanza. Uno de los términos es el literal y el otro se usa en sentido figurado. Tiene cuatro niveles: El tenor es aquello a lo que se refiere, el término literal. El vehículo es lo que se dice, el término figurado. El fundamento es la relación existente entre el tenor y el vehículo (el discurso). El contraste es lo que se refiere en si al cuerpo de la analogía.
Se trata de un término adoptado por disciplinas muy diferentes, que se ajusta bien a situaciones muy diversas del quehacer humano, adquiriendo sutiles matices respecto de su significado general procedente del campo lingüístico/literario. Se utiliza en psicología para referirse al poder profundo de las historias-metafóricas y su acción en el cambio interno, la visión o el paso a un nivel de conciencia más profundo. También en el terreno de la imagen, donde la metáfora se considera visual y suele definirse como la representación de uno o varios conceptos abstractos mediante los atributos visuales asociados a otros, más familiares y accesibles, activando los procesos cerebrales relacionados con la intuición analógica. Hasta un punto tal que, en cierto modo, todo es metafórico.
“La metáfora es esa tensión entre dos significados, ese percibir el uno como si fuera el otro pero sin acabar de serlo. La metáfora atenta así contra los principios de identidad y de no-contradicción, principios que, sin embargo, fluyen de ella como forma petrificada suya.
Efectivamente, como ya planteara Nietzsche y desarrollara Derrida, bajo cada concepto, imagen o idea late una metáfora, una metáfora que se ha olvidado que lo es. Y ese olvido, esa ignorancia, es la que, paradójicamente, da consistencia a nuestros conocimientos, a nuestros conceptos e ideas”.
Emmánuel Lizcano (2006. Metáforas que nos piensan)

Polisemia
En la evolución del lenguaje, una misma palabra puede tener varios significados y ello puede ser debido a dos procesos diferenciados. Por una parte, diferentes palabras, originalmente asociadas a significados distintos, pueden sufrir una evolución etimológica que las lleve ha coincidir como significante. Este proceso se denomina homonimia. Así en la actual palabra vino han coincidido las diferentes evoluciones de las latinas venit (del verbo venir) y vinum (bebida alcohólica), originalmente tan diferentes.
Por otro lado, una misma palabra (con un único origen etimológico) puede alcanzar varios significados. Este proceso se denomina polisemia. Así la palabra sierra (del latín serra) representa tanto a la herramienta como al accidente geográfico y solo se entiende su significado último atendiendo al contexto en que se sitúa.
La iconografía en general ha estudiado estos fenómenos de origen  lingüístico y los ha aplicado al mundo de las imágenes, entendidas como signos que pueden ser objetivamente asociados a ciertos significados. Las variaciones del significado dependiendo del contexto han sido ampliamente estudiadas, siendo especialmente interesantes las que se producen en los contextos temporales.
"como cada fotografía es apenas un fragmento su peso moral y emocional depende de dónde esté insertada. Una fotografía cambia de acuerdo con el contexto donde se la ve: Así, las fotografías de Smith tomadas en Minemata -duras imágenes en blanco y negro de los afectados por un envenenamiento masivo en una población de pescadores provocado por vertidos tóxicos- lucirán diferentes en un álbum, una galería, una manifestación política, un archivo policial, una revista de fotografía, una revista de noticias generales, un libro o la pared de un living. Cada una de estas situaciones sugiere un uso diferente para las fotografías pero ninguna de ellas le asegura un significado. Con cada fotografía ocurre lo que Wittgenstein declaraba de las palabras: el significado es el uso. Y por eso mismo la presencia y proliferación de todas las fotografías contribuye a la erosión de la misma noción de significado, a ese parcelamiento de la verdad en verdades relativas aceptado sin reservas por la conciencia liberal moderna.
Susan Sontag (Sobre la fotografía)

Remake
Es un término inglés (evitable según el Diccionario Panhispánico de Dudas) con el que se denominan las obras que reproducen con mayor o menor fidelidad la trama, personajes, ambientación y prácticamente cualquier detalle de una obra anterior. El citado diccionario recomienda el uso -en español- de las palabras adaptación, versión o nueva versión.
Su uso -explícito y reconocido- ha sido generalizado por el cine, disciplina en la que se ha aplicado desde sus orígenes bajo dos formas de versión. Películas que adaptan una obra ya existente en otra disciplina (novela, teatro, historia…) y películas que versionan otra película anteriormente realizada.
En la actualidad cierta perspectiva contemporánea, cada vez más extendida, reconoce el remake como algo presente en toda la evolución creativa. Con mayor o menor evidencia, toda propuesta creativa constituye una versión. Algo que tiene su origen en la elaboración personal de un imaginario que se construye por acumulación del conocimiento (individual o colectivo). El desarrollo de este concepto, tan visible en el cine, no es en absoluto evidente y reconocido en otras disciplinas, ya que se aplica de manera no reglada para explorar sus límites, socavar la ortodoxia asumida o, más sencillamente, como un ineludible signo de los tiempos que no siempre es asumido por todos.
“Lo cierto, lo increíble, es que en el poema estaba entero y minucioso el palacio enorme, con cada ilustre porcelana y cada dibujo en cada porcelana y las penumbras y las luces de los crepúsculos y cada instante desdichado o feliz de las gloriosas dinastías de mortales, de dioses y de dragones que habitaron en él desde el interminable pasado. Todos callaron, pero el Emperador exclamó: ¡Me has arrebatado el palacio! y la espada de hierro del verdugo segó la vida del poeta.
Jorge Luis Borges (Parábola del palacio)

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